Termina esa carta diciendo: "En mi vida a menudo me he aventurado a adelantar proposiciones de las que no estaba seguro. Si bien todo lo que he escrito ahí está desde hace casi un año en mi mente, me interesa no equivocarme para que no sospechen que he enunciado teoremas cuya demostración no tengo completa."
Su romántica vida es relatada por muchos autores, y comparada con la del noruego Abel, por los muchos puntos en común que comparten. Lo hace, por ejemplo, el argentino Francisco Vera en su "Veinte matemáticos célebres", y lo hace el francés Denis Guedj en "El teorema del loro".